[ Pobierz całość w formacie PDF ]

hombro. Y sin embargo  ¿cómo podría expresarlo? anhelaba ir hacia ella, tan morena y
hermosa, con el poncho verde flotando alrededor de su cuello y sus hombros, tan exótica y
extraña que hacía pensar en una maravillosa mujer de un poema de Walter de la Mare.
 ¡Janet!  exclamó Lumley . ¡Janet!  Empezó a avanzar dificultosamente por la
nieve hacia ella, con los brazos estirados.
 ¡No!  gritó Tookey . ¡No, Lumley!
Lumley ni siquiera lo miró..., pero ella sí. Levantó la vista hacia nosotros v sonrió. Y
entonces sentí que mi ansia, mi anhelo, se trocaban en un espanto tan gélido como la
tumba, tan blanco y silencioso como los huesos envueltos en una mortaja. Incluso desde el
montículo vimos el tétrico resplandor rojo de esos ojos. Eran menos humanos que los de un
lobo. Y cuando sonrió vimos cómo le habían crecido los colmillos. Ya no era humana. Era
una muerta que había resucitado misteriosamente en medio de la negra tormenta ululante.
Tookey hizo la señal de la cruz en dirección a ella. Respingó... y luego volvió a
sonreímos. Estábamos demasiado lejos, y quizá demasiado asustados.
 ¡Basta!  susurré . ¿No podemos impedirlo?
 ¡Ya es demasiado tarde, Booth!  contestó Tookey tristemente.
Lumley le había tendido los brazos. Cubierto de nieve, él también parecía un fantasma.
Le tendió los brazos... v después empezó a chillar. Oiré esa voz en mis sueños, ese hombre
que chillaba como un niño en medio de una pesadilla. Quiso eludirla, pero los brazos de
ella, largos y desnudos y tan blancos como la nieve, se estiraron y lo abrazaron. La vi ladear
la cabeza, y proyectarla luego hacia delante con fuerza...
 ¡Booth!  dijo Tookey roncamente . Tenemos que salir de aquí.
Y corrimos. Supongo que algunos dirán que corrimos como ratas, pero quienes lo digan
no estuvieron aquella noche allí. Huimos volviendo sobre nuestros propios pasos, cayendo,
levantándonos nuevamente, resbalando y deslizándonos. Yo miraba constantemente por
encima del hombro para comprobar si la mujer nos seguía, luciendo su sonrisa y
escudriñándonos con sus ojos rojos.
Llegamos al «Scout» y Tookey se dobló en dos, apretándose el pecho.
 ¡Tookey!  exclamé, muy asustado . ¿Qué...?
 El corazón  respondió . Hace cinco años, o más, que me martiriza. Llévame hasta
el asiento para pasajeros, Booth, y salgamos inmediatamente de aquí.
Pasé un brazo por debajo de su abrigo y lo llevé a rastras alrededor del vehículo y de
alguna manera conseguí izarlo adentro. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Su piel
estaba amarilla y parecía de cera.
Rodée corriendo el motor del «Scout» y casi tropecé con la niñita. Estaba junto a la
portezuela del asiento del conductor, con sus trenzas, sin más abrigo que el exiguo vestido
amarillo.
 Señor  dijo con voz fuerte, clara, tan dulce como una bruma matinal , ¿me ayudará
a buscar a mi madre? Se ha ido y tengo tanto frío...
 Cariño  respondí , cariño, será mejor que subas. Tu madre...
Me interrumpí, y si hubo algún momento de mi vida en el que estuve a punto de
desmayarme, fue ése. Veréis, ella estaba allí, estaba arriba de la nieve, y no se veían pi-
sadas, en ninguna dirección.
Entonces me miró, Francie, la hija de Lumley. No tenía más de siete años y seguiría
teniéndolos durante una eternidad de noches. Su carita tenía un lúgubre color blanco ca-
davérico, y uno podría haberse hundido en el rojo y la plata de sus ojos. Y debajo de su
maxilar vi dos puntitos como alfilerazos, con los bordes espantosamente triturados.
Me tendió los brazos y sonrió.
 Álceme, señor  murmuró suavemente . Quiero darle un beso. Después podrá
llevarme a donde está mi mamá.
Yo no quería hacerlo, pero no pude resistirme. Me incliné hacia delante, con los brazos
estirados. Vi cómo se abría su boca, vi los pequeños colmillos dentro del círculo rojo de sus
labios. Algo resbaló por su barbilla, algo reluciente y plateado, y con un horror brumoso,
lejano, remoto, me di cuenta de que le estaba chorreando la baba.
Sus manecitas me rodearon el cuello y pensé: Oh, quizá no será tan desagradable, quizá
no será tan desagradable, quizá después de un tiempo no será tan espantoso... Y en ese
instante algo negro salió disparado del «Scout» y la golpeó en el pecho. Hubo una vaharada
de humo de extraño olor, un fogonazo que se extinguió un momento después, y en seguida
ella se apartó, siseando. Su rostro se había crispado en una máscara vulpina de rabia, odio y
dolor. Se volvió hacia el costado y... y desapareció. Lo que un segundo antes había estado
allí, se trocó en un remolino de nieve con un vago aspecto humano. El viento no tardó en
dispersarla por los campos.
 ¡Booth!  susurró Tookey . ¡Date prisa!
Y me di prisa. Pero no tanta como para no tener tiempo de alzar lo que le había arrojado
a la niñita del infierno. La Biblia de su madre.
Eso ocurrió hace bastante tiempo. Ahora soy mucho más viejo, y entonces ya no era un
jovencito. Herb Too-klander murió hace dos años. Se extinguió apaciblemente, por la
noche. El bar continúa allí. Lo compraron un hombre de Waterville y su esposa, buena
gente, que lo conservan más o menos como era antes. Pero no voy a menudo. Algo ha
cambiado, desde que murió Tookey.
En Jerusalem's Lot todo sigue como antes. Al día siguiente el sheriff encontró el coche
de Lumley, sin gasolina, con la batería agotada. Ni Tookey ni yo dijimos nada. ¿Para qué?
Y de vez en cuando alguien que anda haciendo auto-stop o que está caminando desaparece
en esa comarca, en lo alto de Schoolyard Hill o cerca del cementerio de Harmony Hill.
Encuentran una mochila o un libro de bolsillo hinchado y blanqueado por la lluvia o la
nieve, o algo por el estilo. Pero nunca a las personas.
Aún tengo pesadillas acerca de aquella noche de tormenta en que fuimos allí. No tanto
acerca de la mujer como acerca de la niña, y de la forma en que sonrió cuando me tendió
los brazos para que la alzara. Para poder besarme. Pero soy viejo y pronto llegará el
momento en que se acabarán los sueños.
Es posible que vosotros mismos tengáis oportunidad de viajar uno de estos días por el
sur de Maine. La campiña es hermosa. Incluso es posible que os detengáis en el «Tookey's
Bar» para tomar algo. Es un bello lugar. No le cambiaron el nombre. De modo que bebed, y
seguid mi consejo: poned directamente rumbo al Norte, sin parar. Podéis hacer cualquier
cosa, menos torcer por la carretera que conduce a Jerusalem's Lot.
Sobre todo no lo hagáis después de que oscurezca. Por ahí ronda una niñita. Y sospecho
que todavía espera su beso de despedida.
LA MUJER DE LA HABITACIÓN
El interrogante es: ¿Puede hacerlo?
No lo sabe. Sabe que a veces las masca, frunciendo el rostro al sentir el horrible sabor de
naranja, y de su boca brota un ruido semejante al que producen las barras de regaliz al [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • girl1.opx.pl
  •