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capaz de caminar de forma casi normal, a tal punto que uno podía apenas advertir
que era atáxico.
El último es igual, un caso de ataxia, observado antes de la guerra en un hombre de
algunos cuarenta y cinco años, quien presentaba la marcha característica en los
atáxicos, dolores violentos, etc.
El caminar del enfermo, se mejora rápidamente: al cabo de un mes, no había
necesidad de bastón; algún tiempo más tarde, caminaba por la acera y alegremente
hacía caminadas de diez kilómetros.
Estas mejorías casi milagrosas se explican como sigue: es preciso considerar que, en
toda enfermedad, hay dos: la verdadera enfermedad a la que daremos por coeficiente
1, y la enfermedad psíquica que surge o precede a la primera, cuyo coeficiente puede
variar entre 1, 5 10 e incluso más.
Supongamos que, en los casos precedentes, la enfermedad real estaba representada
por 1 y la enfermedad psíquica por 9. Gracias a la sugestión y a la autosugestión, la
enfermedad psíquica desaparecía más o menos rápidamente y quedaba la verdadera
enfermedad, es decir una décima parte de la totalidad.
¿Qué conclusión extraemos de este primer principio? Veamos: Si toda idea que
tenemos en la mente (quiero decir en el Inconsciente) se torna realidad, para nosotros,
en el dominio de las posibilidades y si estando enfermos, nos metemos en la mente la
idea de curación, ésta deviene realidad en el dominio de la posibilidad, es decir que:
si tal idea es posible, pues se realiza, se produce; si tal idea no es posible,
naturalmente no se producirá pero, en éste último caso, se obtendrá toda la mejoría
que es humanamente posible de obtener, lo que ya es fuertemente apreciable cuando
ha sido considerada antes como improbable.
El medicamento es una maravillosa herramienta de la autosugestión
No quiero decir que, practicando la autosugestión que aconsejo, deba dejarse por ello
de tomar medicamentos ordenados por el doctor o seguir el tratamiento que él ha
instituido.
Estimo en efecto que, independientemente del valor terapéutico real que pueda tener
el medicamento, es un maravilloso vehículo de la sugestión. Sugestión. Voy más
lejos: mi opinión es que el médico presta servicio a su enfermo prescribiéndole
medicamentes, incluso si no los cree necesarios; es la pócima, la pomada, la cápsula
que debe curarlo, pues el medico, en general, tiene pocos casos en que pueda sólo dar
consejos de higiene.
Estimo también que los medicamentos compuestos por el mismo médico tienen
mayor acción sobre el enfermo que los medicamentos especializados, que
frecuentemente no tienen valor real alguno, y en los que el enfermo no tiene la misma
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El dominio de sí mismo
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confianza que en los formulados por su doctor, además, la manera de emplearlos le es
explicada verbal y minuciosamente por su médico, su acción será entonces mayor.
Entonces, lejos de considerar la autosugestión y la medicina como enemigos, cosa
que desafortunadamente se hace con frecuencia, por el contrario es preciso
considerarlas como buenos amigos que, lejos de excluirse mutuamente, deben darse
la mato y complementarse la una con la otra, y uno de mis mayores deseos, uno de
mis objetivos es llegar a hacer inscribir en los programas de las Escuelas de medicina,
tanto en Francia como en el extranjero, el estudio obligatorio de la sugestión y de la
autosugestión, para adelanto en la profesión médica, quien tendría en estas un ayuda
más en la lucha contra la enfermedad, y en beneficio de los enfermos.
Es deplorable la ausencia de esta enseñanza, pues si nos comparamos con un
automóvil cuyo cuerpo es la carrocería y la mente el motor, vemos que, en estas
Escuelas, los estudiantes aprenden a cuidar el cuerpo, es decir, la carrocería, pero
ignoran la mente, dicho de otra forma, el motor. De suerte que, si se produce una
avería en el motor y ésta no es reparada, el carro no puede moverse más. Si por el
contrario, los estudiantes saben también cuidar la mente, es decir, el motor, lo
pondrán fácilmente en marcha.
CONFERENCIA 5
La imaginación, la primera facultad del hombre
El segundo principio sobre el cual reposa mi teoría es el siguiente: Les ruego presten
a éste, toda su atención, pues es el que diferencia mi método de los otros métodos y el
que permite obtener frecuentemente, rápidos e inesperados resultados, allí donde los
otros han fracasado durante muchos años.
Se puede formular así: Al contrario de lo que uno cree, porque se nos ha enseñado,
no es la voluntad la primera facultad humana, sino la imaginación. Cada vez que, en
efecto, hay un conflicto entre estas dos facultades, es siempre la imaginación la que
importa; cada vez que estamos en ese estado mental, tan frecuente, lamentablemente,
en nosotros y que se manifiesta por el “Yo quiero hacer tal o cual cosa, pero no
puedo” no solamente no hacemos lo que queremos, sino incluso hacemos lo contrario
de lo que queremos, y mientras más voluntad tenemos de hacer lo que creemos no
poder, más hacemos lo contrario de lo que queremos.
Estoy seguro de que esta aserción parece un tanto paradójica, a muchos de ustedes:
mi idea no es, sin embargo, nueva, ya otros la han expresado antes que yo, sin no
obstante, afirmarla tan categóricamente como yo lo hago. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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